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miércoles, 12 de junio de 2013

El impacto de la destrucción ambiental en Latinoamérica

12/06/2013

Tras un bestial proceso de industrialización, las grandes naciones que idolatran el canibalismo corporativo del siglo XXI, NO desean que los libros de historia y geografía a escala global, revelen el atroz método que emplearon para consolidarse en la élite de la Sociedad Moderna. Por tal razón, explicaremos la problemática ambiental actual, que no se contradice a la eterna subversión del Hombre, las empresas y la indiferencia de la gente.
La gran biodiversidad en los territorios de Vespucio, siempre estuvo amenazada por los designios foráneos que invadieron, saquearon y conquistaron nuestros recursos naturales, para colonizar los senderos de la esclavitud, sazonar la paella de la impunidad y canjear la sangre del ecocidio. Tras “cruzar el charco” con los tesoros del etnocidio y las ofrendas de la corona, se acostumbraron a naufragar en lo cristalino del agua, en la frondosidad de un árbol y en el polvo de la arcilla, que fueron los principales testigos de un voraz descubrimiento anclado en las manos del genocidio.
Toda esa barbarie humana, causó un gran interés en el Tío Sam y su pandilla norteña, quienes no dudaron en unirse al festín del crimen ecológico, para seguir expropiando las potencialidades verdes, que con el pasar de los siglos se dedicaron a destruir irreparablemente. El secreto a voces sobre lo fértil de la semilla latinoamericana, recorrió los cuatro puntos cardinales en busca de cómplices asiáticos, oceánicos y europeos, que rentabilizaran las indomables tierras de Bolívar.
Tras un bestial proceso de industrialización, las grandes naciones que idolatran el canibalismo corporativo del siglo XXI, NO desean que los libros de historia y geografía a escala global, revelen el atroz método que emplearon para consolidarse en la élite de la Sociedad Moderna. Por tal razón, explicaremos la problemática ambiental actual, que no se contradice a la eterna subversión del Hombre, las empresas y la indiferencia de la gente.
En Ecuador, se sigue padeciendo la repulsiva destrucción ambiental causada por la compañía Texaco-Chevron, que irrumpió la Amazonía ecuatoriana entre 1964 y 1990, logrando vender el alma de la Pachamama al mercantilismo del Diablo. Ninguna demanda, juicio o apelación, podrá reparar los incalculables galones de crudo desbordados, las nocivas aguas tóxicas que se carcomieron los suelos y los gases que envenenaron el aire selvático. Además, la muerte de comunidades indígenas que poblaban y trabajaban miles de hectáreas antes de la devastación, representó un total irrespeto al derecho a la Vida, a la interculturalidad de los pueblos y a la soberanía territorial.
En Argentina, la rotura de una pileta perteneciente a la empresa estatal YPF en el mes de enero del 2013, provocó derrames petroleros en las aguas del río Colorado, que atraviesa a provincias como Neuquén, Mendoza y La Pampa. Los 15 metros cúbicos del líquido oleaginoso que cayeron en el área afectada, estropearon el equilibrio de los ecosistemas y la calidad de vida para las personas que cohabitan los caseríos por donde pasa el cauce.
Lo triste, es que los funcionarios públicos encargados de proteger los recursos hídricos de la ciudad, reconocieron el riesgo permanente de daños ambientales por la actividad petrolífera, sin generar una crítica ante el hecho punible, ni crear una reflexión conservacionista en la población. Recordemos que en marzo del presente año, se hallaron miles de peces muertos en el lago de la represa “El Diquecito”, en el sur de Tucumán, lo que sin duda, fue un lamentable ecocidio fruto de la negligencia laboral para combatir los altos niveles de sequía.
En Perú, la compañía “Minera Ares” fue multada en el mes de diciembre del 2012, por causar un grave daño ecológico en la provincia de Castilla, región de Arequipa. Con la inspección del Ministerio del Ambiente, se apreció un incremento en las emisiones de sólidos que finalmente contaminaron al río Collpa A su vez, la generación de basura electrónica que supera las 90.000 toneladas al año, se ha convertido en un problema sanitario en tierras peruanas. Menos del 12% de sus habitantes, cumplen con las 3Rs (reducir, reutilizar y reciclar), lo que influye negativamente en las condiciones medioambientales y en la recolección de desechos, que exigen una mayor conciencia social en la ciudadanía y la aplicación de normativas legales de sus gobiernos.
En Colombia, casi 40 hectáreas de bosque nativo fueron arrasadas en el mes de febrero, dentro de un predio particular ubicado en las veredas de Apiay y Catama, que se intentaba convertir en un área urbanística, sin importar las 5 corrientes hídricas y la cobertura boscosa que fueron destruidas. El atentado ecológico terminó con la vida de especies de fauna (garzas, araguatos, caracoleros), y árboles autóctonos (moriches, palmas manacas). De igual manera, existe un riesgo latente de ecocidio, por culpa de la empresa petrolera “Hupecol”, que opera en el departamento colombiano del Meta, y que amenaza con más de 50.000 hectáreas, que se consideran un reservorio natural de los Llanos Orientales. Lo lamentable, es que en agosto del 2012, las autoridades ambientales habían rechazado la petición de exploración a la compañía, pero meses después, le dieron luz verde a sus inicuos planes.
En Chile, el salvaje proyecto “Pascua Lama” impulsado por la minera canadiense Barrick Gold, es un caso de destrucción ambiental que enturbia la integridad de los glaciares. La falta de un plan de manejo para el uso de las aguas tras procesar los minerales, afectó los ecosistemas y contaminó la población norteña de Valle del Huasco. Lo triste, es que aunque la empresa ya ha sido imputada por daños ecológicos en países como Noruega, República Dominicana y Australia, seguirá su perverso andar en territorio austral, gracias a la complicidad de una Superintendencia de Ambiente, que sólo investigó y denunció la problemática, cuando el ecocidio ya fue consumado de forma irreparable.
En el Golfo de México, el derrame petrolero del año 2010, causado por el colapso en la plataforma “Deepwater Horizon” de la empresa inglesa “British Petroleum”, sigue encontrando huellas del abismal ecocidio, que vertió millones de galones de crudo en sus contaminadas aguas. En lo que va del 2013, se reportan más de 650 delfines muertos y miles de tortugas marinas perecen en silencio. Además, el hecho de que la mancha tóxica se vaya disipando visualmente, no quiere decir que su impacto ambiental terminara. La sangre faunística por el abuso irracional del Hombre, se aprecia en la cadena alimentaria de la vida marina, que socavó el destino de orcas y cachalotes.
En Costa Rica, la construcción de una carretera cerca de la frontera con Nicaragua, afectó a más de 600 especies, contaminó al río San Juan por los sedimentos arrojados y perjudicó gravemente los ecosistemas. Mientras se edificaba la ruta 1856 Mora-Porras, se destruyeron más de 100 kilómetros lineales que se consideraban de alta sensibilidad ecológica, poniendo en riesgo la conectividad biológica del Istmo centroamericano. La “Trocha fronteriza”, arrasó con 35 hectáreas boscosas, 300 hectáreas de suelo y 39 puntos críticos. Desde finales del 2010, se iniciaron las obras industriales, en las que existía un total desconocimiento sobre las condiciones topográficas que se estaban por alterar.
En Venezuela, el infernal “rustiqueo” de las carreras Fun Race 4x4, fue prohibido en los parques nacionales desde el año 2011, debido a la fatal destrucción que ocasionó en la Gran Sabana, tras echar a perder los hábitats naturales, los recursos hídricos y la biodiversidad en parte del territorio criollo. Los piques de fango, siempre acaban con la paz de la Naturaleza, porque se realizan en áreas protegidas muy sensibles ante la perversión humana. Aunque en febrero del 2013, se ratificó la decisión judicial de sancionar el furioso ecocidio en cuatro ruedas, es vital que las comunidades se organicen y denuncien oportunamente cualquier delito que presencien. Recordemos que el evento pseudo-deportivo “Rally Dakar”, efectuado en el mes de enero, provocó un impacto ecológico negativo en Argentina, Chile Y Perú. Los directivos del negocio, violaron la ley al evitar una evaluación ambiental que terminó destruyendo más de 200 sitios arqueológicos que pertenecían al patrimonio cultural de los pueblos nativos.
En Brasil, el número de alertas por deforestación en la región amazónica, se incrementó en un 26% a finales del 2012 y principios del 2013, reafirmando los indicios de explotación ilegal maderera. A su vez, la agricultura mecanizada y la expansión de mercados, son factores comerciales que profundizan el problema socio-ambiental. No es casualidad, que junto a China, India y EEUU, la nación carioca sea uno de los países más contaminantes y responsables del Cambio Climático, el Efecto Invernadero y el Calentamiento Global. La verdad, es que Brasil representa toda la controvertida historia que cotejamos a diario. Un lugar lleno de exuberantes paisajes, que en vez de ser protegidos, los han puesto a la venta de las despiadadas empresas extranjeras.
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Por eso, el planeta Tierra sigue estando a merced de las transnacionales, que conspiran gracias al pacto de alienación entre los gobiernos de turno, los organismos judiciales y el egoísmo de los trabajadores. No olvidemos, que detrás de todos los ecocidios mencionados, se esconde la mano de muchísimos hombres de carne y hueso como usted, quienes fueron los encargados de encender las máquinas, los tractores, las motosierras, los camiones de demolición y las retroexcavadoras que se emplearon para perpetrar el daño ambiental. Es cierto que las corporaciones son las grandes culpables en destruir la biodiversidad del Mundo, pero es el individualismo de las personas en no querer renunciar a sus trabajos, al temor de ser despedidos sin remuneraciones económicas y a la apatía en contra de la Naturaleza, las variables que en realidad inciden con negatividad en la crisis ambiental global.
Si las compañías se atreven a sacar transgénicos al mercado, a engañar con publicidades en la TV y a incentivar el consumismo a los cuatro vientos, es porque saben que una gran cantidad de borregos estarán dispuestos a refrendar esa mentira, ya sea por presión social, ignorancia o reactancia. Si la gente asumiera su cuota de responsabilidad ecológica, pues NO existiera tanta impunidad y la justicia ciega sería el sendero de luz por transitar. Aunque falta mucho por aprender de la Pachamama, ya es tiempo de iniciar un proceso de autodescubrimiento, en el que todos juntos defendamos sus legendarios recursos naturales para el progreso de la Humanidad.

miércoles, 5 de junio de 2013

En el Día del Medio Ambiente 2013: La Tierra tiene fiebre y la sociedad está enferma

5/06/2013
 
Entendiendo metabólicamente a nuestra civilización. La civilización actual ha entendido a la economía de extracción como una de las bases imprescindibles para la mejora de sus sociedades y su bienestar. Pero, el flujo del dinero no ha optimizado la calidad de vida de millones de humanos y menos aún de un planeta que se degrada a pasos agigantados. Ayudar a comprender el funcionamiento económico desde sus variables físicas no monetarias, contribuirá también a entender muchos de los cuellos de botella hacia el desarrollo humano, su verdadero bienestar y su relación conflictiva muchas veces con las otras especies y los ecosistemas sobre los que se reproduce parasíticamente.
El bienestar de la especie humana se ha sostenido y apoyado desde sus inicios en su vinculación y acceso en muchos casos a bienes comunes muchos de los cuales, la economía inicialmente ni siquiera alcanzaba a valorar o contabilizar como la tierra, el agua, las fuentes preindustriales de energía o los recursos biológicos (Pengue 2012). Como justamente estos recursos no se encontraban por doquier, los primeros asentamientos humanos, poblaciones y ciudades lo hicieron en aquellos lugares donde inicialmente existía esta disponibilidad y ciertamente entonces, estos recursos eran utilizados y consumidos localmente, dando sustento y crecimiento a poblaciones y demandas generalmente vinculadas con sus consumos endosomáticos (Pengue 2009) o bien para satisfacer demandas aún no demasiado intensivas. Los impactos eran aún muy bajos en general. En las etapas iniciales, cuando el entorno ambiental era tan vasto frente a escasa una población humana, estos impactos pasaron entonces, prácticamente imperceptibles. En otros, avanzando en la historia, el crecimiento de civilizaciones enteras y posteriormente su caída, en la mayoría de los casos se produjo justamente por la limitación vinculada a la desaparición local o regional de un determinado recurso natural (agua, suelo productivo, madera, biodiversidad). Hacia los últimos tres siglos, el crecimiento poblacional, la expansión particularmente de las ciudades y las actividades comerciales, se hicieron cada vez más crecientes y generaron una demanda de bienes que ya superaba la escala local, para hacerse regional y en algunos casos, global, pero de baja intensidad.
Nos estamos comiendo el mundo, y justamente además, comiendo muy mal. Ésta, nuestra nave, hoy está bajo ataque. De esos más de 7.000 millones de viajeros, 900 millones pasan hambre diariamente, pero 1.500 millones han comido en exceso. Ambos están en riesgo y muriendo frente a dos epidemias inexplicables (las hambrunas o la obesidad), mientras que tiramos sin sentido al tacho de basura 1.300 millones de toneladas de comida anualmente ¿Seres racionales?, pues no lo pareciera y todo ello bajo una premisa que nos dice “creced, multiplicaos y especialmente, consumíd”.
Nos estamos comiendo el mundo y saqueando nuestros recursos (Pengue 2010). Las pesquerías, las mejores tierras del mundo y hasta también las peores, el acceso a la biodiversidad o al agua se hacen cada vez más restringidos para millones de humanos (Pengue 2008). Los conflictos ecológicos distributivos de este nuevo siglo se dejan entrever día a día y nuestros decisores de políticas públicas, se han convertido tan solo en gerentes de la destrucción, en general, de nuestra propia naturaleza y nuestras gentes. No han visto hasta ahora, que el problema no es la economía del PBI sino la economía y la administración de nuestra propia casa y su base de recursos: la ecología.
En los últimos cincuenta años, todos los indicadores “económicos” se muestran crecientes en su tendencia. Además de la población, crecen el PBI, la inversión extranjera directa, las represas construidas, el consumo de agua, el consumo de fertilizantes, de papel, de hamburguesas (brutalmente), los automóviles (somos la “civilización del automóvil”), de los teléfonos y celulares, del turismo internacional (el insostenible aún más) (Pengue 2012). Pero lo que no crece o lo que no se quiere ver, es el crecimiento de las “externalidades negativas”. Los costos ocultos del crecimiento de la economía marrón, que se expande en algunas partes del mundo desarrollado y ciertamente sobre todo el mundo en desarrollo. Pero estas externalidades no se pueden ocultar y ya las percibimos en nuestro cambio ambiental global.
Así también crecen los sistemas de alarma en la tierra como el aumento de N2O, de CH4 en la atmósfera, las grandes inundaciones, las estructuras de protección de costas, la actividad biogeoquímica marina en las costas, la pérdida de la biodiversidad global, el aumento en el cambio en el uso de la tierra y la apropiación de la misma y la pérdida de ecosistemas completos Hoy en día la tierra está bajo ataque. Es un ataque directo y manifiesto para sacar provecho de todos sus recursos y sus enormes servicios ambientales, al mejor estilo de una minería insostenible.
En este último siglo, y particularmente en los cincuenta años previos, el comercio internacional basado en recursos como los alimentos, maderas, minerales, metales y combustibles fósiles se expandieron de una manera impensada. Estos recursos igualmente han estado disponibles e incluso mejorado su acceso en muchos casos a crecientes porciones de la población, pero a un costo a veces ambiental y un efecto sobre la base de recursos a veces no considerada.
Justamente en ese sentido, los Intangibles Ambientales (Pengue 2011, 2013) o bienes incorporados (embodied materials) en los productos engrosan entonces el movimiento mundial de mercancías o bien son la base material en la cuál se sostienen o mediante las que es posible realizarlas. El consumo de estos materiales justamente no es contemplado en las cuentas de ganancias y pérdidas pero son justamente un recurso que se mueve y transforma en el proceso productivo, sea desde la extracción, la transformación, el transporte, la comercialización, el consumo y hasta el lugar final donde se colocan los residuos, que demandan tierra u agua muchas veces donde ser depositados.
El estudio sobre el flujo internacional de materiales y sus efectos sobre el comercio mundial y el uso de los recursos globales abreva en lo que previamente se trabajó y con mucha profundidad desde la misma América Latina y que terminó siendo el eje integrador de lo que se conoció como la Teoría del Deterioro de los Términos de Intercambio. Si bien su foco era otro, la lógica de acceso a bienes comunes baratos, su disponibilidad especialmente, la desconsideración sobre los impactos de su extracción, los pasivos ambientales dejados y el intercambio de trabajo barato por caro, estuvo en las mentes de muchos pensadores de esta Región. El economista argentino Raúl Prebisch planteo esta teoría y a su vez desarrollo en algunos de sus artículos, consideraciones sobre la estabilidad de la base productiva de América Latina: sus recursos y en especial por ejemplo, suelo. También otros como Rayén Quiroga en su obra “El Tigre sin Selva”, desarrolló conceptos similares frente a la degradación ambiental y Jacobo Schatan en “El Saqueo de América Latina”, lo materializó en cuanto a volúmenes de materiales exportados. No puede no considerarse en cualquier argumentación respecto del tema, desde la misma Región, el efecto reflexivo que nos trae la ya pionera obra, “Las venas abiertas de América Latina”, particularmente en cuanto a comprender las relaciones de la extracción de riqueza de América, que sentó las bases del desarrollo precapitalista europeo y fue ciertamente su pilar en el desarrollo de su sistema económico en siglos posteriores. No, justamente la discusión sobre lo que sucede con los recursos, su explotación y la forma de utilización de los mismos no ha emergido del pensamiento europeo, sino que tiene fundacionales raíces, en la América Latina.
Quizás la preocupación de una buena parte del mundo hoy, haya virado hacia una necesidad de garantizar el acceso y continuidad del flujo de recursos naturales hacia las economías globales, ciertamente en estos últimos tiempos y según las proyecciones bastante más hacia delante, con precios crecientes (Diagrama siguiente). ¿Una oportunidad o un riesgo, frente a la demanda mundial?. Pues dependerá mucho de cómo las administraciones de la región, dirijan y gestionen los procesos de transformación de naturaleza y en manos de quienes se dejan estas riquezas. Es comprensible que el “stock natural” tanto de recursos renovables como no renovables, pueda ir agotándose con el tiempo o a través de su mala utilización y eso en parte el sistema de precios global debe reconocerlo en su plenitud como así también los programas nacionales por otro lado, contar con sus políticas para conocer la evolución de este balance de cuentas de la naturaleza. Las materias primas siguen ciclos de alzas y bajas, y durante la última década la tendencia al alza, de la mano de las nuevas demandas y el crecimiento de los colosos asiáticos nos llevó a un escenario de precios crecientes en los que, lamentablemente, nuestras economías y sus decisores de políticas basaron su estrategia y escenarios, incluso de largo plazo. Hoy esa misma tendencia se sigue mostrando pero con fluctuaciones que dejarán temblando a más de un país o región. En muy poco tiempo, los precios de los commodities bajaron fuertemente. Entre el año pasado (2012) y el 2013 la plata cayó casi un 30 %, el cobre un 17 %, hasta el oro va hacia la baja en un 18 % y el hierro base de la pujante demanda china, se desplomó al 46 %. La soja, el “yuyo” de oro, que había rozado el pasado año en Chicago los 700 dólares la tonelada, bajó a poco más de u$s 554 y rondará probablemente los 450 dólares cuando se coseche en la Argentina. Pero esto es ¿una caída en el precio de los commodities?. En el escenario de mediano plazo, la soja no cae tanto, si pensamos que allá por los noventa (1999) estaba su precio en 180 dólares. Por supuesto, estos mercados extractivos, jamás incluyeron los costos de degradación y daño ambiental, que algunos países podrían recuperar aplicando “retenciones ambientales” (Pengue 2008) a semejante nivel de extracción de los recursos.
Varios estudios comienzan a mostrar que las economías de la región latinoamericana y particularmente la Argentina (Perez Manrique y otros 2013) están siguiendo andariveles diferentes a las de las economías de los países desarrollados, sostenidas fuertemente por la extracción de recursos naturales. Esto se ve claramente en al análisis metabólico de la sociedad, pero aún así no han hecho un fuerte foco en los efectos sobre los materiales de base (los Intangibles Ambientales aquí mencionados). La incorporación de estos Intangibles (suelo virtual a través de los nutrientes extraídos por ejemplo), a los estudios de Contabilidad de Materiales (MFA) serán para la Región un importante apoyo para la comprensión de los nuevos efectos de este intercambio ecológicamente desigual del siglo XXI
El siglo XXI ha encontrado a una parte de la humanidad bajo una vorágine de consumo creciente que parece no detenerse. Este es un proceso que, acompañado de sistema económico que necesita crecer a cualquier precio, genera una demanda creciente de recursos naturales por una parte y de desechos imposibles de digerir por nuestra naturaleza.
Más allá de los indicadores ambientales globales y regionales que, como guarismos individuales pueden mostrarse como resultados malos, neutros y hasta positivos lo que está el hombre dejando de percibir es que es él mismo, quién está generando un desequilibrio no sólo económico, sino ecológico y social sin precedentes y con una recurrencia de catástrofes ambientales, muchas de las cuales son el resultado de sus acciones en los últimos cien años de historia humana. Otras, ciertamente no.
Por el otro lado, la ciencia y la tecnología ha traído aparejada para la humanidad una serie de transformaciones sociales, tecnológicas, científicas y productivas que han facilitado el acceso del hombre a formas de explotación de los recursos naturales inéditas hasta hace poco más de dos décadas. Hemos avanzado mucho en este aspecto en los procesos de transformación y también retrocedido en otros tantos. Maquinarias, enormes equipos, procesos metabólicos globales, geoingeniería, bioingeniería, ponen en las manos del hombre una enorme cantidad de recursos naturales a los que previamente no había podido tener acceso. La sociedad del riesgo está ya entre nosotros.
La irracionalidad de esta demanda creciente deriva de una hasta ahora irrefrenable sed por recursos emanada de un gran cambio en los estilos de consumo globales, sumado a nuevos procesos productivos y la entrada al sistema capitalista de una enorme masa de nuevos demandantes provenientes de los países emergentes y sus clases medias (China, India), pero también de las economías post industriales que no sólo pretenden seguir creciendo sino perpetuar y hacer crecer aún más sus propias demandas.
El aumento en términos de las actividades de transformación de la naturaleza por parte de la humanidad (metabolismo social) es incuestionable y encuentra al último siglo XX como la centuria de mayor transformación en la historia humana. Mientras la población global crecía cuatro veces, las demandas de materiales y energía lo hacían a guarismos superiores a las diez. El incremento del consumo de biomasa lo hacía 3.5 veces, el de energía en doce veces, el de metales en 19 veces y el de materiales de construcción, sobre todo cemento, unas 34 veces.
A finales del siglo pasado, la extracción de recursos naturales era de 48.5 mil millones de toneladas (más de una tercera parte biomasa, 21% combustibles fósiles y 10% minerales), registrándose un consumo global per capita de 8.1 toneladas al año con diferencias per cápita de más de un orden de magnitud.
Para el 2010 las estimaciones rondaron las 60 mil toneladas de materiales al año y unos 500 mil pentajoules de energía primaria. El 10% de la población mundial más rica acaparaba entonces el 40% de la energía y el 27% de los materiales. Mientras el grueso de tal población se ha concentrado en las últimas décadas en Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, en contraparte, las regiones que principalmente han abastecido el mercado mundial de recursos naturales han sido América Latina, África, Medio Oriente, Canadá y Australia. China, Corea del Sur, Malasia e India se colocan como importadores netos de recursos en los últimos años, ello pese a que en algunos casos, tienen una producción doméstica importante (Dittrich y otros 2011).
De seguir sin cambio alguno, el aumento en la extracción de recursos naturales podría triplicarse para el 2050, mientras que si se opta por un escenario moderado, el aumento sería en el orden del 40% para ese mismo año (esto es unas 70 mil toneladas en total) (UNEP, 2011). Mantener los patrones de consumo del año 2000, implicaría por el contrario, que los países centrales disminuyan su consumo entre 3 a 5 veces, mientras que algunos “en desarrollo” lo tendrían que hacer en el orden del 10% - 20%.
Es verdad que estas estimaciones tienen en cuenta solamente un aumento en la capacidad tecnológica tendencial de creación de nuevo conocimiento y nada se dice con respecto a otros posibles saltos cientifico-tecnológicos, pero igualmente la cifra de consumo apabulla y abruma de solo pensar los recursos necesarios en términos materiales y energéticos necesarios para garantizar el funcionamiento del metabolismo de nuestras sociedades.
El gigantismo económico y financiero y también el tecnológico, de este nuevo orden global, en estos tiempos se percibe en la crisis económica, pero la expansión de este fenómeno se encuentra en todas partes del mundo económico, en el cambio de escalas, que superan a la humana, no sólo en el mundo del capital, sino en el mundo global empresarial (que no tiene límites a su vorágine), en el crecimiento expansivo de los grupos corporativos, en sus formas de apropiación del mundo, de sus gentes y de su naturaleza.
La contradicción entre el capitalismo y la sustentabilidad y estabilidad planetaria ha sido planteada por autores como Joel Kovel, en su libro The enemy of nature. The end of capitalism or the end of the world? (El enemigo de la naturaleza. ¿El fin del capitalismo o el fin del mundo?), de 2002, donde alerta sobre estas cuestiones.
A pesar de todos los esfuerzos por encontrarle la vuelta a la “sustentabilidad” del sistema capitalista, el capitalismo como tal es insostenible en términos de garantizar la continuidad de sostenimiento de la base física que le contiene.
Cuestiones clave de cara al milenio ya iniciado, y que ni siquiera se han podido solucionar en parte, tienen vinculación directa con la sobreexplotación de los recursos naturales y prácticamente la subvaluación de su base de sustentación, la integridad de los ecosistemas. Algunas de ellas son la subvaluación de estos (es decir, el no reconocimiento de su verdadero valor ambiental y no sólo desde el mercado), la presión desenfrenada sobre los ecosistemas, el aumento de la brecha entre ricos y pobres, la distribución inequitativa de la riqueza y el hambre creciente en el mundo. Todo esto, bajo un escenario de cambio climático que nos es contemporáneo y cuyas secuelas se pueden apreciar en una recurrente suma de catástrofes naturales o antrópicas como sequías, inundaciones, pérdida de producciones de alimentos, etc., que recién comenzamos a dilucidar.
La especie humana sigue creciendo. El proceso expansivo, como el de toda especie que no encuentra “enemigos naturales” ni “elementos controladores” en su entorno, no tiene límites. El hombre ha logrado alcanzar el pináculo de la vida y se erige desde allí como el ser supremo por encima de todo. Sin controles parece ser que ni las recurrentes catástrofes climáticas ni ambientales le estuvieran poniendo límites. La economía verde, un ajuste económico verde dentro del modelo capitalista global que pretender reconvertir a la actual economía marrón (Pengue b) 2012) pareciera ser una de las pocas ofertas globales disponibles presentadas por políticos y científicos. Las alternativas a otras escalas (regional, local), incluso “contra” el modelo capitalista parecen por cierto tener un mayor anclaje propositivo (el Buen Vivir, la Economía Social y Solidaria). Pero, ¿en la escala mundo y el modelo capitalista circular global y sus alternativas?, ¿no tenemos nada?...
El hombre está tomando todos los recursos del planeta para sí. Y de la mano de nuevos esfuerzos de la ciencia y la tecnología y su gigantismo tecnológico, produce transformaciones increíbles. Asi como ha llegado a licuar a las montañas, está arando el fondo del mar, deforestando millones de hectáreas de suelo fértil o sembrando el mar con nutrientes para generar cambios y reacciones climáticas enormes. Por otro lado, alcanza y utiliza los recursos más pequeños para transformar y adaptar la propia vida.
 

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