22/03/2013
El cambio climático se encuentra entre las principales prioridades
políticas, científicas, económicas y morales del siglo 21. La
estabilidad planetaria, y por ende la seguridad de la humanidad, depende
de las medidas que se tomen ahora para mitigar el impacto de la
actividad humana sobre el clima.
Todavía es posible evitar cambios climáticos catastróficos. Pero para
lograrlo se necesita una movilización coordinada a escala planetaria
similar a la de la Segunda Guerra Mundial. No hay excusa para el
retraso, pues cuando nuestros hijos se enfrenten a olas extremas de
calor, sequías, tormentas, inundaciones, epidemias y hambrunas, ya sería
demasiado tarde.
Una de las características mas insólitas de las negociaciones
internacionales sobre cambios climáticos es la vergonzosa relación entre
los burócratas de los países en desarrollo, donde se encuentra el 83%
de la humanidad, y los burócratas de una élite minoritaria pero
privilegiada y prepotente: los representantes de los países
industrializados.
Durante años los países en desarrollo han venido solicitando, sin éxito,
que las naciones industrializadas cumplan con obligaciones explícitas
del Acuerdo Marco sobre Cambios Climáticos de 1992, como las
relacionadas con sus desproporcionadas emisiones de gases del efecto
invernadero. O las vinculadas a su mayor capacidad, tanto tecnológica
como económica, para reducir emisiones. Solicitan también, sin éxito,
que se cumplan los compromisos sobre la transferencia de tecnologías
menos contaminantes, en términos preferenciales, para evitar
incrementos innecesarios en las emisiones de países en desarrollo por su
dependencia de tecnologías obsoletas.
Tampoco se ha cumplido el compromiso de los países industrializados de
facilitarle recursos financieros a los países más pobres, tanto para
asegurar que su desarrollo se fundamente en procesos energéticos más
eficientes y menos contaminantes, como para asistir en su adaptación a
los inevitable impactos climáticos que se avecinan.
El único acuerdo concreto de la cumbre de Copenhagen en Diciembre 2009
fue el de evitar que la temperatura promedio del planeta aumente mas de
2ºC sobre el promedio de la época preindustrial. El fracaso de
Copenhagen no se limita a la ausencia de un acuerdo legalmente
vinculante. El verdadero fracaso es la ausencia de una estrategia para alcanzar el objetivo de los 2ºC,
la ausencia de compromisos efectivos para la reducción de emisiones, la
ausencia de un mecanismo para distribuir las responsabilidades y la
ausencia de recursos financieros para asistir a los países más pobres en
su adaptación a cambios climáticos generados principalmente por países
industrializados.
Las negociaciones sobre cambios climáticos en Durban, Sur África, en
Diciembre 2011, sólo sirvió para ratificar el compromiso de los 2ºC.
Cada país deberá presentar sus contribuciones voluntarias con
dicha meta para el 2015, a ser implementadas sólo a partir del 2020. En
tales condiciones, sin objetivos vinculantes, coordinados y compatibles
con la meta de los 2ºC, para el 2020 el planeta estaría rumbo hacia un
aumento promedio de temperatura de 4ºC, con calamitosas implicaciones
para toda la humanidad.
Un estudio reciente del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA y el Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, concluye:
“En el Plioceno temprano, cuando el nivel del mar era 25 metros
superior al actual, la temperatura superaba por apenas 1ºC la del
Holoceno, no más de 2ºC superior a la temperatura promedio de la era
preindustrial. El objetivo actual de limitar el calentamiento global a 2ºC y la concentración de CO2 a 450 partes por millón es una prescripción para el desastre”(Paleoclimate Implications for Human-Made Climate Change, NASA 2011)
att. Vicente Cubells
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